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El Cusco, a 3 399 metros de altura, no es una ciudad de paso. Uno se puede quedar a vivir allí, y de hecho, muchos lo hacen. Preserva el resplandor del antiguo Imperio Incaico, pero también luce una rutilante arquitectura colonial. Por las noches, su rostro cosmopolita refresca el paisaje urbano. Ningún lugar como Cusco exhibe contrastes tan admirables: en sus majestuosos muros incas, en hermosas iglesias barrocas o en antiguas plazas melancólicamente iluminadas. Mientras que el Valle Sagrado de los Incas nos obsequia encantadores poblados en los que la vida parece detenerse indefinidamente en torno a sus megalíticos vestigios incaicos.